jueves, marzo 30, 2006

Un café con tu recuerdo

Un café con tu recuerdo.

Un día lluvioso y frío, el invierno está llegando, las hojas perdidas del otoño, han sido llevadas lejos de los árboles o arbustos que les dieron libertad. Aquí estoy yo, frente a la ventana que asoma al jardín; nada interesante, nada extraordinario, sólo la maravillosa naturaleza, que aunque estilizada y decorada en cautiverio, es hermosa -y siempre lo es-.

Sostengo en mi mano una tasa de café –ya sabes, me encanta el café y en estos días con frío, es lo mejor-. La tasa está caliente, debo sostenerla con cuidado y del asa; el aroma que despide estimula mis sentidos, me exalta y a la vez me tranquiliza. Aquí estoy, viendo la lluvia y rodeado del vacío; estoy solo y de repente me siento solo.

Estoy pensando en ti, esto es normal; tenerte presente en cualquier momento del día, se me ha hecho un hábito. Pero esta vez algo es distinto, tu recuerdo se ha transformado, estás parada a mi lado y estás más hermosa que nunca; creo que puedo tocarte, pero por algo no me atrevo.

- ¿Cómo estas? –

- ¡Te ves hermosa! –

- ¿Qué has hecho? –

- He pensado tanto en ti, te extraño tanto. –

- ¿Qué te hiciste, te pintase el pelo? –

- No tienes idea, me ha ido muy bien. El trabajo, la escuela. También he estado haciendo ejercicio –

- Perdón, no te he ofrecido nada, ¿quieres algo de tomar?, el café esta muy rico.

- ¿En serio?, se que te gustará muchísimo. –

- Bueno, ¿algo más, un vaso de agua, un té?... –

- Me voy a servir otra tasa, no tardo. ¿En serio, no quieres algo? –

(Mientras me servía el café, el aroma, el calor, tu recuerdo, tu ausencia… un suspiro. Sin darme cuenta me apresuré a dar un trago y mi lengua lo resintió. El suspiro, el dolor, el café… ¿qué se yo?, algo era distinto, algo había cambiado).

Al salir de la cocina, te veo sentada, distinta, me doy cuenta que algo está mal, no eres tú.

-¿Quién eres?-

- Sólo un recuerdo.-

- ¿Un recuerdo? –

- Sí, producto de tu imaginación y tu nostalgia; respuesta a tu tristeza y relleno de tu vacío. –

- Eres tan… casi real, eres tan perfecta. No puedo creerlo, no quiero creerlo.

Un momento de silencio entre nosotros; un momento de silencio, entre el silencio que cubría la habitación y yo - al fin y al cabo, sólo estaba yo - .

- Puedes irte entonces. -

- ¿Qué, cómo dices? –

- Sí, puedes irte ya. No me haces falta, ya no. –

- Pero si me extrañas y no puedes dejar de pensar en mí. –

- Es verdad, te amo. Me haces falta a cada instante, pero me complementas en cada uno. Tu ausencia es recuerdo de mi debilidad y a la vez de mi humanidad. No puedo pretender que estás aquí cuando estás lejos. Si estás ausente, te quiero ausente. –

- No lo entiendo.-

- Vete ya. Es todo lo que puedo pedirte. Te amo, real, con imperfecciones, con tropiezos, con la verdad, ausente si ahora lo estás. Te amo con debilidad y esa es mi única fortaleza. No te quiero idealizada, perfecta, vacía, efímera; te quiero como tú eres, te quiero ahora y quiero amarte siempre. Si la distancia nos separa, no quiero que se nuble mi visión, quiero extrañarte, quiero llorar tu ausencia, sin necesidad de reinventarte.

Tú no eres más que un recuerdo, una imagen que llena mis tardes de nostalgia.

Gracias, puedes marcharte - .

José Aníbal Abarca Gil

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